martes, 15 de septiembre de 2009

La venganza del troll


Al parecer hubo un error de edición y al publicar la columna se comieron un párrafo importante, sobretodo, para los más antiguos de Cabeza, ya que sin duda alguna, recordarán un episodio clásico en la historia de la Agencia. A continuación publico la columna en su totalidad, en negrita está el párrafo omitido.


La venganza del troll.
Hace algún tiempo trabajé con un troll. No, no es que haya estado experimentando con hongos fosforescentes o aspirando pintura serigráfica, si no que el año pasado estuvo en la agencia un redactor, que en sus ratos libres las hacía de troll. Esos desagradables internautas que por el simple placer de hacer daño, se dedican a boicotear foros, chats y blogs, provocando polémicas sin sentido, insultando, desacreditando, injuriando o llenando de spammers para finalmente asesinar, cualquier tipo de comunicación o debate. Pueden usar distintas pieles y parecer racistas, clasistas, totalitaristas, fascistas, comunistas, anarquistas o extremistas, dependiendo de lo que afecte más a la comunidad que quieren atacar. Generalmente sacan de quicio a más de un forista. Tengo amigos que no han podido dormir de impotencia después de ser víctimas de un troll, muchos terminan con una especie de “forodependencia”, visitando cada veinte minutos el computador para ver cómo sigue la “discusión”. Por lo mismo, se recomienda no alimentar a los trolls, para eso sólo hay que obviar sus polémicas, la indiferencia es el mejor antídoto. Aunque en esa época no sabíamos de su afición, el troll que trabajó con nosotros era buen creativo, inteligente, rápido y con un humor bastante cáustico. Pero también muy antisocial y al igual que sus pares de la mitología escandinava, extremadamente vago. Un día no volvió más a la agencia, fue una semana después de que su pareja lo dejó, sucedió entonces que el troll se puso trolo y despechado, subió a la web millones de pixeles con todas las fotos sin ropa que tenía de su ex polola. Una venganza muy baja, ruin y despreciable, incluso para un troll. Al igual que Goethe, pienso que “la venganza más cruel es el desprecio de toda venganza posible”, aunque para muchas culturas, tomar el camino de la venganza es la única forma de recuperar el honor. Sin ir más lejos nuestro sistema legal occidental, en muchos casos, no hace otra cosa que vengarse, a nombre de la sociedad, de quien comete un acto criminal. Pero también hay venganzas personales que son sutiles, deliciosas. Un amigo que hace tiempo ya no veo, siempre contaba una historia que, según él, le había pasado a su prima (aunque después la misma anécdota se la escuché a otra persona, así que probablemente tampoco sea de él). La mujer, a quien no conocí, estaba casada con un hombre que siempre salía con un chiste desubicado y machista. Un día ella tuvo que viajar por trabajo a Buenos Aires. Su marido la fue a dejar al aeropuerto y cuando ella estaba entrando a policía internacional y frente a todos los clientes y compañeros de oficina, el marido le grita “mi amor, tráeme una argentinita por favor” Sólo él se rió. La mujer se embarcó enojada, humillada, masticando la rabia. Volvió a Santiago un domingo en la mañana, nadie la fue a buscar. Aprovechando su “soltería”, el marido había organizado un asado con todos sus amigotes. La mujer llegó a su casa cuando recién estaban en los choripanes. El bruto sin siquiera saludarla le pregunta “¿y, me trajiste mi argentinita?” Ella, con la respuesta rumiada por varios días, le contesta “Te juro que hice todo lo posible” y poniendo las dos manos sobre su guatita lo remata diciendo “ojalá que nazca niñita poh”. Todos se rieron menos uno. Recuerdo también un compañero de básica que aburrido de que le hicieran tanta “burlin” (en ese tiempo no existía el bulling) y cansado de que los bravucones del curso le robaran sus sándwiches en el recreo, preparó uno especial con las cosas más asquerosas que un niño de trece años puede encontrar en su casa (hasta pelos y uñas bien picaditas llevaba el tentempié), también se preocupó de ponerle harta mayonesa para que la venganza llegara hasta los estómagos de sus víctimas. Obviamente de nuevo le robaron el sándwich, pero esta vez, los matones también se llevaron una intoxicación que los obligó a pasar todo el día sentados en el baño.
Desde el siglo XVIII dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, pero no fue el caso de un director de arte (que también se dedica a hacer dibujitos para una columna) que durante una comida de aniversario de la empresa, en un restaurante peruano, y avivado por el sour catedral y las risotadas de los comensales, se dedicó molestar al mozo, también peruano, con las típicas tallas chauvinistas; que el pisco, que el cebiche, que las papas y que hasta el suspiro limeño es chileno. Finalmente los tallarines que pidió llegaron cuando los demás ya estábamos en el postre, pero el plato no se lo sirvieron frío, si no que tibio y con mucho más jugo de lo normal. Lo más probable es con una muestra de ese caldo, hubiéramos podido saber si el cocinero y los mozos tenían o no diabetes.
“Ojo por ojo y el mundo terminará ciego” dijo Gandhi y eso fue lo que casi le pasó al redactor troll después de que su ex, herida por la humillación de las fotos, publicó en todos los foros donde el ex pololo se dedicaba a insultar, el nombre real y la dirección en la cual poder ubicarlo. Siembra odio y cosecharas una paliza, aunque finalmente fueron tres las pateaduras que le dieron en menos de un día. El “redactroll” terminó en la clínica, con desprendimiento de retina, dos dientes menos y una costilla rota. Ya lo dijo Nietzsche “En la venganza, como en el amor, la mujer es más bárbara que el hombre” sobretodo, cuando el hombre a vengar, ha sido tan re poco hombre.